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martes, 19 de julio de 2011

LA ORQUÍDEA PANDA

Nuestro amigo Julián ha tenido la suerte de darse una paseo por Borneo y a su regreso nos ha obsequiado con una magnífica entrada sobre lo que allí ha visto y vivido.


LA ORQUÍDEA PANDA

Las orquídeas son la familia más amplia de plantas sobre la superficie del planeta, el número total de especies no está concretado todavía, ya que los descubrimiento de nuevas especies dentro de la familia continua año tras año, para el disfrute de todos los coleccionistas de orquídeas. La recolección de orquídeas y su cultivo fuera de sus medios naturales de crecimiento, es una tarea, que los seres humanos llevamos realizando desde hace un par de siglos.

Desde el siglo XVII y en adelante los científicos, empezaron a catalogar de forma taxonómica todas las especies animales, minerales y vegetales, para así poder definir de forma más concreta el universo que les rodeaba. Fue gracias a este afán ordenador, que los científicos fueron recopilando miles de ejemplares de los diferentes reinos y de esta forma se fueron creando colecciones, en donde poder estudiar mejor dichas especies.

Claro está, todo este trabajo de recolección y catalogación resultaba muy costoso, así que grandes cantidades de dinero fueron invertidas en dicho empeño; sociedades cartográficas y naturales fueron creadas en los grandes imperios de la época, y el espíritu de lucro llevo a muchos científicos y aventureros alrededor del mundo en busca de especies que tuvieran algún sentido comercial. Por otro lado este afán recolector y ordenador se contagio a los estratos sociales más pudiente de la época, que invertían grandes cantidades de dinero en la búsqueda de nuevas especies. La nueva moda de poseer animales y plantas raras y los viajes a países exóticos, va a resultar en la importación de un gran número de animales y plantas tropicales a los países occidentales. Este momento histórico, durante el desarrollo de las sociedades victorianas, es crucial, ya que son las clases aristócratas y burguesas más pudientes, las que empiezan a construir invernaderos de cristal para cultivar especies exóticas de plantas, entre ellas las orquídeas.





Científicos y buscadores intrépidos, saquean todas las zonas tropicales del planeta en busca de ejemplares exóticos de orquídeas, cuya belleza encandila, a una clientela aristócrata que puja por tener las especies más raras y hermosas dentro de sus colecciones. Dicho afán por obtener las orquídeas más hermosas aun continúa en nuestros días y de lo cual yo personalmente doy fe.

Debido a la revolución industrial, el proceso industrializador del planeta y la búsqueda de recursos naturales, se han puesto en peligro un gran número de ecosistemas alrededor del planeta. Ecosistemas tan importantes como los mares helados del polo norte, los arrecifes de coral y las selvas tropicales, están siendo mermados en todo el planeta, encontrándonos en la actualidad en medio de una de las crisis ecológicas más importantes de la historia de nuestra hermosa Tierra. Estas dos situaciones, la recolección de orquídeas y la destrucción de los ecosistemas naturales, han supuesto un estado catastrófico para muchas poblaciones de orquídeas.





Todo este desastre ha dado como resultado afortunadamente a un proceso de concienciación a nivel mundial, siendo el CITES; Convención sobre el comercio internacional de especies amenazadas de fauna y flora silvestres, uno de los organismos reguladores más importantes existentes en la actualidad. En dicho convenio firmado el 3 de marzo de 1973, un grupo de naciones constituye un organismo regulador del comercio de especies, que contempla una serie de artículos y a un conjunto de especies animales y vegetales en peligro de extinción. En la lista desgraciadamente encontramos un gran número de orquídeas, entre las más amenazadas se encuentran los siguientes géneros y especies; Aerangis ellisii, Dendrobium cruentum, Laelia jongheana, Laelia lobata, Paphiopedilum spp, Peristeria elata, Phragmipedium spp., Renanthera imschootiana, identificadas en el Apéndice I. En este apéndice, para gran sorpresa de todos los coleccionistas de orquídeas, también encontramos especies animales tan representativas de los movimientos ecologistas como el Oso Panda o el Lince Ibérico.

Aunque resulte sorprendente, toda esta energía colectiva, para la protección de especies ha derivado en ciertas actitudes dañinas. Dando lugar a la aparición de especies, que son aún más codiciadas, entre los cultivadores de orquídeas, lo que ha supuesto la recolección hasta la extinción de ciertas plantas en determinados paisajes naturales, a manos de recolectores ilegales, que obtienen en la mayoría de los casos, cantidades ínfimas de dinero por la substracción de dichos ejemplares. Existiendo claro está, un vértice unidireccional que nos lleva a compradores despiadados alrededor del todo el mundo.


La producción de orquídeas es sin dudarlo una empresa complicada, que necesita de unas condiciones muy determinadas, tanto en el medio natural, como en condiciones de cultivo artificial. Dicho cultivo artificial puede ser y así está contemplado en el Apéndice I; (Para todas las especies incluidas en el Apéndice I que figuran a continuación, los cultivos de
Plántulas o de tejidos obtenidos in vitro, en medios sólidos o líquidos, que se transportan en envases estériles no están sujetos a las disposiciones de la Convención sólo si los especímenes se ajustan a la definición de "reproducidos artificialmente" acordada por la Conferencia de las Partes), una de las soluciones para dicho comercio. La obtención de dichas plantas de esta forma no supone ningún tipo de daño para las poblaciones ya existente, ni de sus habitad naturales.

Durante mi último viaje tuve la suerte de visitar la hermosa isla de Borneo, enclave natural sin igual que alberga una de las selvas tropicales más antiguas. La tercera isla más grande del planeta es como ya describió el novelista Alejandro Dumas unos de los paisajes más salvajes y exóticos. Nada más aterrizar en la isla nos dirigimos a uno de los enclaves más representativos, el descomunal Monte Kinabalu.





La montaña aparece en el paisaje como una gran fortaleza verde cubierta por nubes, surcada por cascadas y rematada por unas estructuras graníticas en forma de grandes torreones. Este domo gigante de granito constituye uno de los últimos baluartes de una especie de orquídea muy especial, el hermoso Paphiopedilum rothschildianum, que aún florece en sus escarpadas laderas. La gran riqueza faunística del espacio la ha constituido como área de protección de la Unesco y como patrimonio del mismo. Gigantes dipterocarpos dominan la selva y bajo su resguardo miles de especies vegetales encuentran refugio. Dentro del parque encontramos gran cantidad de caminos por los cuales visitar el sitio y que en muchas ocasiones llevan a los excursionistas a lo más alto de la montaña.





No siendo mi objetivo el simple senderismo de altura sino mas bien el safari fotográfico me dispuse junto con mi pareja a la búsqueda de la para mi muy ansiada orquídea panda, el Paphiopedilum rothschildianum y otras especies de su familia como el Paphiopedilum Dayanum. En el transcurso de los tres días de visita del parque natural, tuve la suerte de descubrir un montón de especies de plantas y muchas orquídeas en estado silvestre, algunas de ellas desconocidas para mí como la Nepenthes fusca. Gran variedad de especies de coelogine, dendrobium y bulbophilium se desparramaban por toda la selva nublada, siendo cada paso una sorpresa maravillosa. Por aquí y por haya aparecían plantas parecidas a los paphios pero que desafortunadamente y después de cada comprobación resultaban ser otras especies. El parque disponía entre sus instalaciones de un jardín botánico, como si el propio parque no fuera suficiente, aunque la necesidad del jardín me quedo muy clara después de visitarlo.


Tres días pasamos buscando paphiopedilum por la selva nublada y tres días nos pasamos encontrando hermosas orquídeas, totalmente desconocidas para mí. Todo tipo de helechos y musgos habitaban la montaña, con todo tipo de formas y tamaños; cada nicho ecológico estaba ocupado por una orquídea diferente, de tal forma que en el camino, según íbamos cruzando la selva, orquídeas caídas de los arboles por las lluvias torrenciales de las noches pasadas, iban apareciendo como hermosas sorpresas. Pero los Paphiopedilum no aparecían, los Paphiopedilum no estaban.

Una semana antes de partir hacia Borneo, como desde hace algunos años tuvo lugar la Exposición de Orquídeas de Arenys. Las exposiciones de orquídeas son para los amantes de las mismas un momento en el cual reconocer y rencontrarse con otros amantes de las orquídeas, además de gastar mucho dinero. Gracias a una de estas exposiciones que tuvo lugar en Barcelona hacía varios años tuve la oportunidad de conocer a dos grandes personas que por supuesto también son grandes amantes de las orquídeas, Albert y Michelle. Ambos, grandes aventureros han surcado los siete mares buscando las orquídeas más maravillosas y por supuesto ya habían estado varias veces en Borneo. Durante la comida del domingo nos reunimos y allí les explique mi próxima partida a la isla de Borneo, sin remedio la conversación llevo a dos puntos de gran interés, la destrucción de la selva tropical y su triste remplazo por monocultivos de Palma de aceite y la visita al Monte Kinabalu.




La Palma de aceite es un tema muy doloroso que nos perjudica a todos desde tantos puntos, que prefiero aparcarlo para otro momento, así que proseguiré con el Monte Kinabalu. Tanto Albert como Michelle nos dieron grandes consejos sobre la visita a la montaña y la escalada, pero una de las cosas que más me llamo la atención fue un comentario de Michelle que resulto de una de mis preguntas, la dificultad de ver Paphios, los Paphios son muy difíciles, casi imposibles. Situación que quedo clara después de andar casi 30 horas por la selva, saliéndonos de los caminos adrede, hecho que del cual aún me siento culpable y no vislumbrar ni un solo Paphio.

El tercer día después de haber subido y bajado andado por el lodo y habiendo sido mordidos por las desagradables sanguijuelas tigres, decidimos ir al jardín botánico, en busca del Paphiopedilum rothschildianum, dicho jardín se encontraba a menos de 10 metros de la terraza de nuestra habitación, desde la que podíamos divisar sin ningún problema lo que parecían invernaderos de plantas tropicales. El jardín sinceramente me pareció de broma, ya que se trataba de una parcela vallada del bosque que por todos lados nos rodeaba, compuesto de pasarelas en donde de una forma bastante infantil 4 carteles explicaban la importancia comercial y resaltaban las rarezas de varias especies de plantas tropicales. Al avanzar por el botánico, en el cual no se indicaban ni la mitad de las especies de la que estaba compuesto. Una serie de plazoletas abovedadas con mallas y plantas trepadoras, protegían la tan esperada colección de orquídeas.

En la primera plazoleta no había ni un Paphio, en la segunda plazoleta por fin y por primera vez en tres días, mi primer paphio un ejemplar de Dayanum de pequeñas proporciones y en frente agazapado entre unas rocas un Paphiopedilum Javanicum. Sigo buscando, pero no está, ¿Donde se ha ido el panda? En frente mío y mirando a mi habitación cuatro casas y una verja de metal que las rodean. En la verja una ranura para hacer fotos y detrás un montón de macetas con plantas, Nepenthes spectavilis, algún Hookeriano, pero ni rastro del Rothschildianum. Miro el reloj, son las dos menos cuarto, me lleno de frustración, el jardín va a cerrar, los empleados tienen que comer. Decidido, me dirijo a la salida y sin mas dilación comienzo a preguntar a la recepcionista por la orquídea que aparece en la foto junto a la entrada, ella me explica que ahora no está floreciendo, yo le digo que me da igual, que yo quiero ver la orquídea. La chica de forma muy amable me explica que no sabe en donde está; pero me emplaza para una hora y media más tarde en el jardín botánico.




A las tres y media me planto en la puerta de nuevo, junto a la recepcionista me espera una chica de aspecto más moderno y sin velo, se trata de una estudiante de Botánica, es la guía del jardín. La estudiante resulta ser una mujer muy simpática que está llevando a cabo un proyecto con orquídeas, que me escucha atentamente y que me promete una visita al "Nursery" del botánico. Avanzamos por el parque y ella me va enseñando sus orquídeas, por fin llegamos a la verja, está cerrada con un gran candado, empieza a hablar en Bahasa. De detrás de un edificio un hombre muy serio se dirige hacia la puerta con un manojo de llaves, la chica habla algo mas con él y por fin nos abre la puerta.

Cámara en mano, me dirige a los estantes, le hago coger la nepenthes y tomo una foto, después me dirige a un pequeño invernadero, en el suelo y en una gran maceta por fin encuentro al Panda, desgraciadamente con las flores recién caídas. La chica me señala en los estantes varios Javanicum en floración, plántulas de otros Paphios y un Lowii gigante a punto de abrir los capullos. Un poco descontento, hecho que debía notarse en mi cara, hace que la chica me señale una planta con las flores azules, es el Cleisocentron gokusingui, un tipo de vanda con las flores azules, más bellas que nunca había visto, entonces la sonrio. Ya saliendo del recinto junto a la pared de la casa, reconozco varios paphios en macetas, me dirijo hacia ellos y pregunto si son también P. rothschildianum, ella me dice que si, los guardas los sacan en cuanto los encuentran, me explica la chica.

Por fin, los había encontrado. Estaban todos enjaulados, igual que los pandas en la actualidad. Una gran tristeza me recorrió, yo ya había visto la planta en Europa, podía comprarla por internet, por unos 150 euros, pero desgraciadamente me había sido imposible verla en su medio natural. ¿Qué estamos haciendo con las orquídeas? Va a resultar que al final, en la galería de mi cocina tengo un lince ibérico, un oris y dos esturiones, ¿Cómo puede ser posible? La respuesta está clara, las plantas ya no están en los ecosistemas, ahora están en nuestras casas.




Todas las especies animales y vegetales necesitan un número de ejemplares para que dichas especies sean viables es una de las leyes de la biología, si bajas de dicho número la especie, sin remedio se extingue. Afortunadamente, la mayoría de las orquídeas, de especies protegidas, que se comercian en Europa provienen de propagaciones artificiales de las mismas. Está realidad nos sirve de alivio a los cultivadores, aunque personalmente, ya no es válida para mí. No sin hacer algo a cambio, no sin demostrar que realmente queremos a las orquídeas. Estamos desperdiciando fenotipos y genotipos de especies tan bellas como los Paphiopedilum, enamorados de la belleza de sus flores, no nos damos cuenta de cuál es su significado real. Las flores son los órganos reproductores de las plantas, para obtener semillas y de ellas nuevas plantas. De una sola capsula de semillas se pueden obtener cientos de plantones, en las condiciones adecuados, no deberíamos desperdiciar los genes que tanto disfrute nos producen, no sin al menos intentar utilizarlos. La cabeza se me llena de sueños, pero creo que aún es un poco pronto, para que los cuente.



Entrada para la Orquideoteca por Julián Bonilla

1 comentario:

yuderkiz dijo...

hola tengo una orquidea desde aproximadamente 6 meses apenas le salieron dos hojita y ya una de ella s se coloco negra en la base y se callo...que decepcion que sucedera ayudenme por favor